23/12/2024

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Boletín UISG 185/2024

Boletín UISG 185/2024

 

Acoger y transformar los conflictos para crecer en sinodalidad

 

El Sínodo sobre la Sinodalidad (2021-2024) ha puesto en marcha un proceso sinodal que tiene el objetivo audaz de ofrecer a todo el Pueblo de Dios la oportunidad de discernir juntos qué pasos dar para ser una Iglesia verdaderamente sinodal y misionera, en las tres dimensiones de Comunión, Participación y Misión.

 

El reto es crear una Iglesia de comunión, abierta a todos, sin verticismos ni clericalismos. Todos nosotros, laicos y consagrados, estamos llamados a contribuir a la realización de este sueño, siendo conscientes de las inevitables tensiones que afectan a toda realidad humana.

 

Para crecer en la sinodalidad y en la verdadera escucha recíproca, donde la voz de todos es acogida y escuchada, debemos tener en cuenta estas tensiones y aprender a afrontar los conflictos. No para quedarnos atrapados en ellos, sino para convertirlos en algo «constructivo y transformador».

 

Como dice el Papa Francisco: «El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad. Ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible. Pero hay una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. «¡Felices los que trabajan por la paz!” (Mt 5,9)». (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 226-227).

 

Acoger la sabiduría del trastorno. La transformación de conflictos en procesos sinodales

P. Yago Abeledo, M.Afr.

Los enfoques tradicionales del conflicto suelen centrarse en su resolución y gestión. Sin embargo, la transformación de conflictos ofrece un enfoque más profundo y sostenible. No solo busca terminar con un conflicto específico, sino crear un cambio duradero en las relaciones, actitudes y sistemas que dan origen al conflicto. Esto implica abordar las causas profundas, como los desequilibrios de poder, las quejas históricas y las injusticias sistémicas, en lugar de limitarse a gestionar los síntomas. Nuestro proceso sinodal actual representa un momento crucial de renovación y transformación dentro de la Iglesia Católica. Exige un compromiso más profundo con las voces y experiencias de todos los miembros de la Iglesia, fomentando un enfoque más inclusivo y colaborativo para la toma de decisiones. El “Butterfly Framework” (Marco de la mariposa), desarrollado por Yago Abeledo, ofrece una herramienta poderosa para navegar las complejidades y desafíos que pueden surgir en los procesos sinodales, empoderando a los participantes para involucrarse en un diálogo constructivo y trabajar hacia una Iglesia más vibrante e inclusiva.

 

Navegando el poder, el rango y el privilegio. Un enfoque de sabiduría para el liderazgo sinodal

P. Yago Abeledo, M.Afr.

La definición de rango de Arnold Mindell como "el total de los privilegios de uno" proporciona un marco para entender las diversas ventajas y desventajas que los individuos tienen dentro de un grupo o sociedad. El poder, la capacidad de influir o dirigir, surge del rango. Los privilegios, a menudo no ganados y derivados de las identidades sociales de una persona, como la raza, el género o el estatus socioeconómico, pueden amplificar significativamente el poder y la influencia de un individuo. Dentro de la Iglesia Católica, estas dinámicas son especialmente matizadas, ya que se cruzan con estructuras históricas de poder, normas culturales y creencias teológicas. Comprender estos matices es crucial para fomentar una sinodalidad auténtica, donde todas las voces sean valoradas y escuchadas.

 

Autoridad canónica y gobierno para las superiores generales y provinciales de los institutos religiosos

Hermana Sharon Euart, RSM, JCD

Por su naturaleza, el derecho canónico es un instrumento pastoral para asegurar que las normas prácticas fluyan del conocimiento de los misterios de la Iglesia. Las enseñanzas de la Iglesia, especialmente las del Vaticano II, son el marco para aplicar el derecho de la Iglesia. Muchos de los cánones del Código se derivan o están inspirados por las enseñanzas del Concilio. Solo manteniendo en mente el propósito final del derecho de la Iglesia, el derecho del amor, puede aplicarse correctamente las normas individuales a ese propósito en las constituciones y el derecho propio de un instituto religioso. En un espíritu de caminar juntos en escucha recíproca mientras invocamos al Espíritu Santo, existen lo que podríamos considerar como "barreras de seguridad o apoyos", que nos ayudan a mantener el enfoque no solo en las normas que rigen la autoridad canónica de las superiores, sino también en los valores que la ley pretende sostener, el contexto teológico y los recursos canónicos disponibles para el viaje único de cada instituto.

 

¿Qué tipo de “hogar” para el voto de obediencia?

Hermana Hedvig Deák, OP

Antes de ser un consejo evangélico, la obediencia es primero una virtud. Ser una virtud conecta la obediencia con la felicidad, la libertad y la inteligencia. Primero, una virtud es una cualidad estable que perfecciona nuestro corazón y mente, y nos dispone a actuar bien. Cada virtud presupone una libertad y conduce a la vida moralmente buena y feliz. Ser una virtud implica que la obediencia también es un instrumento para la buena vida, que en lugar de limitarla, perfecciona a quien la practica. La obediencia presupone una disposición que puede caracterizarse como una apertura a la atracción de lo verdadero y lo bueno. La virtud de la obediencia evoca la idea de libertad: la obediencia solo es posible si existe la posibilidad real de no obedecer. Estrictamente hablando, el esclavo o el niño no obedecen: les falta lo necesario para la libertad, como el uso de la inteligencia y la presencia de una restricción. Nuevamente, si alguien sigue las órdenes de otro bajo la influencia de una personalidad fuerte, este comportamiento no merece el nombre de verdadera obediencia: no es una virtud, sino algo infrahumano.

 

Tiempo fugaz, alegría perdurable

Mónica María Cardona, FMVD

La vida consagrada y los consejos evangélicos son una señal muy real en el mundo actual de personas profundamente liberadas que miran hacia la eternidad. La conciencia de que nuestra vida es como la de Abel, temporal y pasajera, nos ha llevado a optar por una forma de vida que en muchos aspectos es contracultural y profética. Es una forma de vida similar a un peregrinaje, creciendo en libertad y desapego con cada paso dado, abierta a lo inesperado y llena de amor y pasión por el destino final: Cristo. El desafío de ser empoderados y, al mismo tiempo, conscientes de nuestra impotencia, se refleja bien en la filosofía de Qoheleth. Aunque todo es aliento fugaz (hebel/vanitas), que no podemos retener ni poseer, también hay una realidad más profunda que sostiene incluso aquello que parece transitorio. Como mujeres consagradas, sensibles a los susurros del Espíritu y al servicio de una humanidad rota dentro y fuera de la Iglesia, reconocemos que nuestro servicio puede parecer tan pequeño e insignificante como nuestro aliento y la manera en que se desvanece en el aire, en el gran esquema de las cosas.

 

Boletín UISG 185/2024

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