Carta de la Hna. Nadia Coppa, ASC por Jornada Mundial de la Vida Consagrada

Nuestros ojos  «han visto tu salvación, preparada en presencia de todos los pueblos, luz para revelación a los gentiles»  (Lc 2, 30-32).

Queridas Hermanas, hoy, en la fiesta de la Presentación de Jesús al Templo, celebramos la XXVII Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Es un día lleno de significado para nosotras las religiosas: nos permite elevar a Dios nuestra acción de gracias por el don de la vida consagrada, conmemorar ese encuentro que transformó nuestra existencia, iluminándola de posibilidades y abriéndola con ternura al don acogedor y generador de sí mismas.

Es una oportunidad para renovar el compromiso de vivir con pasión, en la diversidad de carismas y ministerios, el mandamiento del Amor a Dios que nos impulsa a "ser fuego que enciende otros fuegos".  Es el acontecimiento celebrativo que nos permite honrar la belleza de la vida consagrada, la memoria del don gratuito de Dios que nos ha elegido y enviado para ser "sal de la tierra y luz del mundo". Abrazando el estilo de vida de Jesús, sostenidas por su Espíritu, Fuego y Vida, elegimos asumir sus sentimientos, hacer nuestras sus opciones para favorecer a cada persona, con preferencia a los más pequeños y a los que viven en la pobreza y en situaciones de extrema vulnerabilidad.

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En Oriente, la fiesta de hoy se llama la fiesta del encuentro: Jesús sale al encuentro de la humanidad que se esfuerza por alcanzarle. Simeón y Ana son la espera y la profecía, Jesús es la novedad y el cumplimiento.

Nosotras mujeres consagradas, estamos llamadas a ser artesanas de comunión para anunciar la alegría del Evangelio, dispuestas a vivir la "mística del encuentro".  De hecho, al origen de nuestra vocación está el encuentro amoroso con Jesús, que ha inflamado nuestros corazones y nos ha cautivado con su Belleza.  Enamoradas de Cristo, lo vimos todo en Él y acogiéndole con los brazos abiertos, como Simeón, también nosotras nos convertimos en testigos proféticos del amor que salva. A partir de ese encuentro, nuestra vida vive en una transfiguración perpetua, para dejar espacio a Dios, dispuestas a tejer relaciones nuevas, auténticas, más humanas y, por tanto, llenas de profecía.  

Con Jesús, que hace nuevas todas las cosas, caminamos por este mundo en un compromiso constante por impulsar ese cambio que encuentra su motivación más profunda en el Evangelio, una transformación que todos esperamos. Queremos convertirnos en un espacio de hospitalidad y acogida que, superando toda forma de individualismo, sitúe a la persona humana en el centro de su interés, con su dignidad y unicidad.     

Mientras atravesamos un tiempo marcado por los conflictos, la intolerancia, la polarización y las nuevas formas de pobreza que embrutecen al ser humano, asumimos, en el dinamismo de la Iglesia, con renovada conciencia la llamada a vivir más intensamente nuestra vocación sinodal.
    

Dios nos llama a hacer visible nuestra presencia y a dar "voz" y concretez al don de nuestra vida, juntas, en equipo, para que la luz de la Esperanza siga brillando en la historia de la humanidad.

Por ello, en el día dedicado a la vida consagrada deseamos confirmar nuestro deseo de abrazar juntas el futuro para ser una presencia profética que vive y da testimonio del Evangelio del amor. Mientras aprendemos a ser hermanos y hermanas, caminando juntas, ensanchemos el espacio de nuestra tienda, para acoger y hospedar a todos, dejándonos conducir por el Espíritu a nuevas tierras, donde Dios nos espera.

Deseamos seguir traduciendo en gestos concretos, sencillos y cotidianos el Evangelio de la acogida, la solidaridad y el compartir que revelan la belleza y la grandeza de la dignidad de toda persona humana.

Creemos que la transformación se logra a través de una vida entregada a Dios que se convierte en una presencia compasiva, sensible y orientada al cuidado de la persona, la naturaleza y el universo, y todo ello a través del acompañamiento integral en defensa de la vida.

Estamos convencidas de que la profecía reside en la palabra "juntos" como transformación y "crecimiento del nosotros" que cambia la historia y hace visible el Reino de Dios que se acerca.

Nos comprometemos para que cada realidad que habitamos se convierta en un espacio creativo de nuevas relaciones, de integración de la diversidad, para que la luz de la salvación ilumine todos los rostros y "todos tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10).

Gracias mujeres consagradas, gracias artesanas del futuro, gracias por su "sí" y compromiso con la vida.

• Carta del Dicasterio para la Vida consagrada
• Artículo sobre Consagración y Liderazgo