El 6 de noviembre de 2024 se celebró en Roma, en la Curia Jesuita, el evento “Abordar la violencia sexual vinculada a los conflictos a través de la educación: un enfoque basado en la fe”, organizado por la Embajada Británica ante la Santa Sede en colaboración con el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS). El encuentro destacó el papel fundamental de la Iglesia católica y de otras organizaciones de fe en la prevención y respuesta a la violencia sexual y de género en contextos de conflicto.

Durante la mañana, numerosos expertos y líderes religiosos subrayaron la importancia de la educación como herramienta para abordar este grave crimen, demasiado a menudo desatendido y subfinanciado. El Padre Arturo Sosa, Superior General de la Compañía de Jesús, abrió las sesiones destacando el compromiso de los jesuitas en apoyar a las poblaciones vulnerables y en promover un cambio cultural que favorezca el respeto y la dignidad de las mujeres y las niñas. Entre las intervenciones destacadas, estuvo la de Victor Setibo, Director Nacional de JRS en la República Democrática del Congo, quien compartió experiencias sobre el terreno en la lucha contra la violencia sexual vinculada a los conflictos en África Central. 

Un momento crucial del encuentro fue la presentación de la Declaración de Humanidad, una carta que une a líderes religiosos de diversas fes en un compromiso común para prevenir la violencia sexual en los conflictos y combatir el estigma que afecta a las víctimas. La declaración recibió el apoyo de numerosas organizaciones internacionales, subrayando la urgencia de una acción global coordinada.

El evento contó con la participación de actores clave del sector, entre ellos Erica Hall de World Vision UK y Mónica Santamarina, Presidenta General de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (WUCWO), quienes debatieron sobre los desafíos y oportunidades de un enfoque basado en la fe para la prevención de la violencia sexual en contextos de conflicto.

La sesión final ofreció una reflexión colectiva sobre los pasos a seguir, reiterando la importancia de una acción concertada entre las comunidades de fe, las instituciones internacionales y las organizaciones locales para abordar esta crisis global y proteger los derechos de las víctimas de violencia sexual.