25/07/2023
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Dejarnos amar en nuestra frágil interioridad…
Dejarnos amar en nuestra frágil interioridad…
El texto de sr. Paula Jordão, FMVD publicado en el Boletín UISG 181/2023
El camino hacia Dios pasa obligatoriamente por conocerse a sí misma. El gran desafío que tenemos en llegar a Dios no es su trascendencia, ni su gran diferencia respeto a nosotras, sino el gran desconocimiento de nuestra interioridad.
Jesús nos dice claramente en el Evangelio: «Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará» (Mt 6,6). Si tomamos en serio sus palabras nos daremos cuenta que muchas veces no logramos encontrarnos con Dios porque buscamos a Dios donde no está. Multiplicamos palabras y oraciones, embarcamos en muchas experiencias espirituales, participamos en muchos actos litúrgicos, leemos muchos textos de espiritualidad, exploramos arduamente pero fuera de nosotras mismas.
San Agustín nos dice: «Donde estuvieres, doquiera ores, dentro está quien escucha… quien te escucha no está fuera de ti. No vayas lejos ni te empines como para tocarlo con las manos. Más bien, si te empinas caerás; si te abajas, él se acercará».1 Santa Teresa de Ávila es muy clara en este punto: El «conocimiento propio, es el pan con que todos los manjares se han de comer, por delicados que sean, en este camino de oración, y sin este pan no se podrían sustentar».
Como mujeres consagradas estamos llamadas a ser expertas en humanidad, a conocernos para conocer el amor de Dios y viceversa. Solo así nuestra vida, en todo, será expresión y traducción del amor que recibimos de Dios. Sin embargo, a menudo nos deparamos con mucho miedo y con una soledad difícil de soportar: nos sentimos extrañas a Dios, a nosotras mismas y a los demás. El seguimiento se nos hace árido y demasiado pesado, tal vez por la dureza del camino, de la gravedad de las situaciones que acompañamos y del sufrimiento que palpamos a nuestro alrededor. Pero muchas veces, si somos sinceras, nos hemos alejado de la fuente del amor de Dios: su Palabra no nos toca, su voz parece ausente y su amor distante. Como nos recuerda el autor bíblico a lo mejor somos perseverantes, sufrimos por su nombre sin desfallecer, pero hemos abandonado nuestro amor primero (cf. Apoc 2, 3-4). No nos dejamos amar suficientemente por Dios. Como la Samaritana al borde del pozo dudamos que Jesús pueda saciar nuestra sed más profunda: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?» (Jn 4, 11).
27/07/2023
Teresa
Vero è bello, ma impegnativo e urgente
26/07/2023
Maria da Consolação Rocha Coelho
Boa tarde, um excelente texto, certamente me ajudará no encontro comigo mesma e com Deus. Obrigada com certeza não ficará somente comigo esse conhecimento.
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27/07/2023
Sr. Eulalia Marín
Agradecer los excelentes tratados que nos ayudan a los procesos formativos.